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Hace unos cuantos años atrás, ya sea miles o cientos, la vida sostenible y en equilibrio con la naturaleza formaba parte de la idiosincrasia de la sociedad. Lo cierto es que era costumbre que las personas arreglasen y remendasen la ropa para alargar su vida útil, contribuyendo así a preservar el medio ambiente. Este hábito estaba normalizado entre la gente, y no respondía, como ahora, a una tendencia de consumo definida con anglicismos y tecnicismos.

Entre algunas de la técnicas ancestrales, empleadas para conservar las prendas de vestir, que han sobrevivido al paso del tiempo, destaca el boro japonés. Actualmente, este sistema de costura, de origen humilde y sencillo, se emplea la mayor parte de las veces con fines artísticos y decorativos.

El arte de remendar

El boro, término que significa irregular o jirones, aparece en las zonas rurales del Japón feudal, desde la época Edo hasta principios de la Showa, es decir, desde el siglo XVII hasta el XIX. Fueron los campesinos, comerciantes y artesanos los que comenzaron a usar esta forma de costura para arreglar y remendar la ropa usada. En esta época la mayoría de la población no podía permitirse los lujosos kimonos de seda y obis que vestía la aristocracia.

Las prendas de boro se confeccionaban uniendo a mano con costuras pequeños trozos de cáñamo, un material al que tenían acceso las clases bajas, mientras que el algodón sólo se comercializaba entre las clases altas.

Cuando una prenda, ya sea de vestir o para el hogar, estaba muy desgastada por el uso, las mujeres de la familia la parcheaban con pequeños trozos de tela que bordaban con la técnica sashiko, palabra que significa «pequeños puntos acolchados». Este tipo de acolchado se utiliza desde la era Asuka en el siglo VI para arreglar las vestimentas de trabajo en diferentes regiones de Japón.

Las puntadas del Sashiko son gruesas y continuas para dar mayor resistencia y durabilidad a la prenda. Además, el tono del hilo usado contrasta con el de la tela, de tal forma  que el remiendo es lo que aparece en primer plano.

El uso diario de la ropa requeriría remiendos frecuentes para conseguir que durase largo tiempo y pudiese ser heredada por las siguientes generaciones. Con el paso del tiempo, estos textiles estaban tan trufados de parches, que resultaba imposible reconocer la tela original.

Este sistema de costura prácticamente llegó a desaparecer cuando en Japón comenzó a imponerse la producción industrial. En la actualidad, gran parte de las piezas antiguas de boro se encuentran en museos. Asimismo, la técnica continúa practicándose pero no por necesidad, sino por estética y por moda.

El boro y la tradición budista del mottainai

Teniendo en cuenta el proceso de ejecución de este trabajo artesanal, el boro trasciende su importancia como técnica de costura, para constituirse en una filosofía de vida ecológica y respetuosa con el medio ambiente. El boro nace de los valores de mottainai.

Los budistas tradicionalmente empleaban la palabra mottainai para expresar pesar ante el desperdicio o el mal uso de algo de naturaleza sagrada o de gran valor, como puede ser un objeto religioso o la enseñanza. Hoy en día, se emplea profusamente el término para denotar el desperdicio de un objeto material, de tiempo o de otro recurso.

Los conceptos boro y sashiko se presentan estrechamente ligados al término wabi-sabi, cuyos principios hacen referencia a una estética basada en la belleza de la imperfección. Esta corriente estética ofrece una comprensión del mundo basada en la fugacidad y la impermanencia. Deriva de la afirmación budista de las Tres Características de la Existencia.

Según Leonard Koren, autor del libro Wabi-Sabi: for Artists, Designers, Poets and Philosophers, algunas características de la estética wabi-sabi son la asimetría, aspereza, sencillez o ingenuidad, modestia e intimidad, y sugiere además un proceso natural.

Fuentes:   threadstories.co , thesashikolab

 

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